Las centrífugas para laboratorio son equipos empleados para hacer la sedimentación de los componentes en una solución homogénea en sus distintas densidades. Para ello cuentan con un diseño especial que somete las soluciones a la rotación y aceleración centrífuga a una elevada velocidad por tiempo determinado, movimientos con los que la solución queda separada en dos fracciones.
Para utilizar una centrífuga es necesario seguir una serie de pasos que permitan su funcionamiento seguro. Si bien los equipos de este tipo en términos generales operan de la misma manera, conviene consultar el manual de uso proporcionado por el proveedor incluso si se cuenta con experiencia en el uso de centrífugas. Lo primero que se debe hacer es encender el accionador del interruptor y abrir la tapa con el botón correspondiente el que tiene un indicador luminoso, que se enciende cuando la centrífuga se encuentra correctamente cerrada.
Luego de colocar los adaptadores necesarios en este equipo de laboratorio, se ponen los tubos, de preferencia de manera equilibrada y simétrica, y se cierra la tapa. Posteriormente se ajusta la velocidad utilizando los botones de configuración, ya sea utilizando rpm, rcf o rad de acuerdo con las preferencias y se selecciona el tiempo. Es necesario seleccionar también la velocidad de aceleración y de freno.
Se recomienda revisar que las configuraciones sean las adecuadas antes de poner en funcionamiento la centrífuga y verificar que no se presente una vibración excesiva. Este problema se soluciona equilibrando los tubos y colocándolos de manera simétrica, ya que esto podría ocasionar problemas en el proceso. Durante el funcionamiento, el sistema de seguridad impide abrir el equipo y al finalizar el proceso se desactiva para poder abrirlo y recoger los tubos.
Para el uso de centrífugas para laboratorio se recomienda adoptar algunas medidas que contribuyan a reducir los riesgos derivados de su operación. Repartir la carga de manera simétrica, emplear el mismo formato de tubos de ensayo y evitar el uso de equipo agrietado o dañado, ya sea de plástico o vidrio, y verificar que no se presente vibración excesiva al centrifugar son los cuidados básicos recomendados para evitar los problemas relacionados con el equipo y el material.
Estos problemas generalmente son la rotura de tubos y fallas en el funcionamiento de la centrífuga, y para que usted cuente con información que le permita actuar en caso de que esto llegara a ocurrir, dedicaremos esta publicación especial a hablar del tema.
¿Qué debo hacer es estos casos?
En caso de que se detecte la rotura de un tubo de ensayo al interior de la centrífuga cuando el equipo de laboratorio se encuentra en marcha, es necesario que se interrumpa el proceso de centrifugación. Un error bastante frecuente cuando esto ocurre es abrir de inmediato la centrífuga, pero esto no se debe hacer sino hasta transcurrida media hora después, para que sedimente el bioaerosol que se haya formado. Esta medida de espera también se debe adoptar cuando se descubre el problema de rotura de un tubo cuando el equipo se haya detenido.
Para la limpieza de los fragmentos de tubo se deben utilizar guantes especiales que resistan riesgos biológicos y mecánicos, pinzas, torundas de algodón y papel. Todo el interior de la centrífuga se tiene que limpiar cuidadosamente, así como el rotor y los adaptadores empleados.
En todo caso, lo mejor es adoptar medidas de prevención, lo que incluye comprobar que los tubos se encuentran en perfecto estado y disponerlos de manera equilibrada y simétrica al interior de la centrífuga antes de ponerla en funcionamiento. Con esto se reducen las probabilidades de rotura en los tubos de ensayo y los riesgos que conlleva la exposición a muestras biológicas.
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